Pues, en lo personal y/o particular, acompañar en un primer momento sólo requiere estar ahí para caminar al lado de otra persona, pero ya cuando dicho trayecto se adereza con un objetivo en cuanto tener un punto de llegada y un trayecto por recorrer, en términos formativos el asunto mejora y, por último, si entre los sujetos que se encuentran y ambos se ponen de acuerdo de cómo será el intercambio simbólico y cultural, entonces se estaría hablando de un acompañamiento de segundo nivel en donde la parte pedagógica queda complementada por un referente cultural.
Asimismo, bajo este marco de ideas, a últimas fechas se ha puesto de moda el asunto del acompañamiento docente o el acompañamiento a docentes, que surgen de una serie de paradojas en donde los docentes que educan y tienen la atribución de acompañar a otros, pero ellos, a su vez, deberán ser acompañados y, el que acompaña a otros primero deberá aprender a ser acompañado, el que educa a otros primero deberá ser educado.
A lo cual, estas y, tales ideas, un tanto Freirianas, nos abren la posibilidad de pensar en la educación al lado de los otros, es decir, educarnos en comunión al lado de los demás.
Finalmente, Freire decía que:
Educar no es o no debe ser un acto solipsista, es decir, un acto de sujetos aislados, sino más bien de actos comunitarios, ósea, actos de acompañamiento en conjunto.